acoso sexual y el poder

El sexo y las instituciones

Por Susana Klinkicht

El presidente de Israel, Moshe Katzav, corre serio peligro de ser formalmente acusado de violación, acoso sexual y abuso de poder. A sus 61 años, el máximo representante del Estado ha sido acusado por no menos de 10 mujeres. La policía, los fiscales y los tribunales no han dudado en dar seguimiento a estas denuncias. A Katzav se le ha otorgado el derecho a ser oído, antes de que el Tribunal de paso al proceso judicial. Mientras tanto, una minoría de 40 diputados ha exigido, en el Parlamento, su renuncia. Para destituirlo se requieren 90 de los 120 votos.

El presidente, cuya función en el esquema de gobierno de ese país es más bien representativa y quien debería nutrir su poder precisamente de su calidad moral, solicitaría un relevo transitorio de sus funciones para preparar su defensa. De no lograrlo, probablemente su inmunidad será levantada y, de ser hallado culpable, podría ser condenado a 16 años de cárcel.

Un sector mayoritario de la prensa internacional se ha abstenido de indagar detalles sobre los 10 casos, respetando posiblemente en eso el hecho de que se trata del presidente, pero, de lo que se ha conocido, se trata de repetidos actos sexuales, logrados bajo amenazas de pérdida del trabajo.
La lección que encierra este caso, es que las instituciones israelíes han funcionado en defensa de las mujeres sometidas por tan alto poder político. Existe un caso anterior, de un ministro de Justicia, en el que ocurrió lo mismo.

La pregunta que debemos hacernos en este contexto es ¿cuántas veces se ha denunciado aquí algún caso similar? ¿Es de suponer que en el Ecuador no pasan estas cosas en los ministerios, el Parlamento, las universidades, las empresas públicas y privadas? ¿En ninguno de los lugares donde hay jerarquías? ¿Qué persona no ha atendido avergonzada a una reunión donde se han hecho bromas cuyo funcionamiento radica exclusivamente en la denigración y discriminación del otro sexo?

El acoso sexual se refiere tanto a lo verbal como a lo no verbal, además de la agresión física misma. Supone, sobre todo, una situación indeseada por el agredido. Nuevas tendencias feministas tratan de evitar la imagen de víctimas que han dado las mujeres al denunciar formalmente el acoso, apelando a su capacidad de defenderse por cuenta propia contra las agresiones verbales y admiten solamente los intentos de violación como casos punibles. Sin embargo, ¿cuántas mujeres se atreven a hablar a tiempo con el agresor o con instancias superiores a él, para detener el acoso?

Justamente el caso de Katzav demuestra que se necesitan instituciones que funcionen muy bien y que estén dispuestas a actuar como limitantes del poder, para que este tipo de violencia, que se nutre de las estructuras sociales desiguales, pueda ser reducida.

En todos los países del mundo, también en Israel, la mujer que denuncia una violación se somete a un serio escrutinio social y hasta judicial. En Ecuador, la que protesta contra un acoso o un discurso machista, probablemente se someta a la burla.

Saludos cordiales
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
CONSULTAJURIDICACHILE.BLOGSPOT.COM
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Santiago, Chile